domingo, 7 de enero de 2018

CEIP VIRGEN DEL MAR

XI

CEIP  VIRGEN DEL MAR




                                                         
                                    
                                        La de la izquierda, una servidora


        Me encuentro, pues, con el pueblo que había abandonado y con un centro cuyo profesorado variopinto reunía alguna de las características de todos por los que había pasado; desde mis primeras maestras, a los que podían haber sido mis compañeros de carrera y habiendo sufrido los cambios  estaban un tanto desorientados. Desde el sesentayochista atípico que las primeras detestaban por su modernidad displicente con el pensé alguna vez que me habían identificado, aunque se acababa de marchar, a maestros y maestras más jóvenes asociados a sindicatos de izquierda con   inquietudes en cierto modo similares a las mías. Y algún  maestro y maestra más o menos de mi generación, profesionales sobre todo, y puente entre las dos tendencias que se manifestaban. Entre ellos Juan Vicente, que enseguida se encargó de las Ciencias Sociales de la ESO; había estado en Badalona, como tantos compañeros que desempeñaron su tarea en el País Vasco y Cataluña demandados por la cantidad de inmigrantes, y tenía una mirada generosa hacia todos. Cuando se fue, me dejó en custodia una colección de diapositivas; este hecho me desveló que su cercanía tenía que ver con algún buen karma que una servidora había acumulado en los tiempos en que, a golpe de filmina, contra viento y marea, secuenciaba la Historia del Arte, en Móstoles, Madrid y aquí mismo con niños/as más pequeños, y otros medios.  Juan Vicente Cardila sabía que hay que vivir, dar lo justo para no atascarse y que unas aulas son más ruidosas que otras.

                                 La  Primavera. Boticelli

        Desde mi, ahora, inmensa debilidad llegué en tromba, con el síndrome del burnt out, furibunda  y pretendiendo además convertir aquello en el colegio Maravillas. A años vista, me pasmo de aquel extraterrestre que se mostró ante todos  y agradezco su paciencia. En mi descargo debo aducir que los alumnos que iban pasando al Instituto aprobaban Inglés. Otra línea separaba los que residíamos en el barrio/ aldea y los que se desplazaban cada día, como empezaba a generalizarse para tranquilidad de todos. Lo curioso de un matrimonio de maestros que, procedente él de Ciudad Real y ella de la provincia de Almería se habían asentado en este destino en la misma fecha en que yo me trasladaba a Madrid; aquí desarrollaron su vida y profesión y criaron a sus hijos.

        Después de la tormenta, con la salud física recuperada,  los humos rebajados y recolocada en Primaria, empiezo a ir a la ciudad para asistir a actividades culturales y al Centro de Profesores y sus numerosos cursos: reciclarme ante mi nuevo estatus.

Carnaval. En el centro Juan Antonio, jefe Estudios y Kika, directora.


El querido maestro Luis Miguel Morales y sus alumnos en 1996
.

        Cabo de Gata y las Salinas casi en la misma playa,  Pujaire,  Ruescas y otras pedanías y cortijos desperdigados del “interior”, cuentan con sagas familiares a cuyos retoños atendíamos, y  encontrábamos un extraordinario placer en ir descubriendo los nexos familiares y tener más o menos claros los interesantes mapas genealógicos de familias, numerosas para los parámetros que se han ido imponiendo. 


        Cabo de Gata tiene entre sus habitantes una extremada variedad de oficios y actividades. He visto a los dueños erigir con sus manos  y sólo su familia, dos de los establecimientos hoteleros más prestigiosos. Hay panadería y pastelería autóctonos. Pescadores orgullosos de sus artes que, dicen, van en declive por merma del producto y de reposición generacional. Carpinteros, fontaneros y buenos restaurantes. Albañiles que pasaron a Alemania hasta que el progresivo empuje de la construcción los trajo de vuelta. Parroquia, biblioteca, empleados de la compañía eléctrica y del Ayuntamiento y Centro de Salud. Supermercados, tiendas de todo, talleres mecánicos, un atractivo mercadillo semanal, algún huerto testimonial y artesanos del esparto. Hasta aquí llegan esforzados viajeros europeos fuera de  cualquier circuito.
        Las calles se asfaltan, se construye el paseo marítimo y nuevos parques en torno a las urbanizaciones, las ramblas en las carreteras se neutralizan y Cabo de Gata y Almería dejan atrás decenios de atraso para convertirse en la provincia de mayor crecimiento de Andalucía.
        Cabo de Gata era la pequeña villa en que había nacido y dejado de practicar por mor de la salud y el destino, y Almería, a la misma distancia que Vana de su capital de provincia, la ciudad de tamaño humano, ideal.

        … Y hasta alguna tragedia guerracivilista parecida.



                                  Catedral  de  Almería



                 En la Historia que había estudiado en la Universidad, la Rebelión de los Moriscos había sido un hecho irrelevante, de un par de líneas. En mi nueva ubicación, en la que no tardé en empadronarme, había una torre, un torreón, le decían, recubierto de argamasa con muy poco glamour histórico-artístico a simple vista y que se decía de la Guardia Civil; de camino a Almería por la costa hay otra torre pequeña con el aparejo a la intemperie y más aparente. Un día de feria en agosto el alcalde pedáneo e ilustre fotógrafo  Angel Mateo nos convoca en la plaza lateral a la Iglesia para la presentación de un libro del almeriense  Doctor en Historia y profesor en Barcelona Antonio Gil Albarracín titulado Atalayas y Fortalezas en el Parque Natural de Cabo de Gata-Níjar, ¡tate!,¡ Arquitectura e Historia en la nada!.  Debo aclarar que mi Vana es de tierra adentro.




              Hacia el año 98 una convocatoria del Instituto de Estudios Almerienses, Jornadas de religiosidad popular. Medio agnóstica y todo, pero contagiada del ambiente de lo muy religiosos que eran los maestros y maestras que aquí vivían, me inscribo preparada para un baño de Catecismo y  encuentro a un catedrático de la Universidad de Granada que contó con pelos y señales la increíble historia de los Moriscos: el Sacromonte, los Libros Plúmbeos, la humillación de los conversos forzados a edificar los templos cristianos, la escasa preparación de los párrocos, la sublevación final.  Con un profesor de Arte del mismo sitio, a visitar La Alpujarra. Entro en materia.  A esto siguieron las numerosas excursiones organizadas por el director del IEA, Valeriano Sánchez Ramos, por la misma zona, Alta y Baja Alpujarra: Leyenda de los Varones Evangélicos, Juan de Austria, Torre de los Enciso en Berja  refugio de una familia de cristianos, degollaciones en masa al más puro estilo Meana, el profesor de 4º de Bachiller que pasaba a cuchillo a poblaciones enteras y fue el que despertó con sus “cuentos”  mi amor por la Historia.




                                        
                                           
Religiosidad popular  en  Berja

          Cuentos, cuentos: ¿Vendría este gusto de los muchos que leí de niña? La verdad es que ahora,  en plena época de Memoria Histórica, me acongojaba bastante tanta sangre que los investigadores almerienses despachaban como obra de  la condición humana. Mis ensoñaciones históricas de entonces divagaban por la Historia Centroeuropea del siglo XIX y de repente me di de bruces con la  del Mediterráneo.



                                 Castillo de San Felipe. Los Escullos


                      Entre los acantilados de la cadena volcánica hay numerosas calas que siempre han servido de refugio ante las tormentas, para ocultar los barcos provenientes de la costa africana o de orígenes más distantes, normalmente con intenciones agresivas. Ya en el siglo X aparecen noticias ciertas de la existencia de una rábita, encargada de la defensa de la costa frente a la amenaza normanda o el temor de un saqueo fatimí como el sufrido por Almería el año 955 de nuestra era que favoreció el traslado de la flota califal a Almería en los tiempos de Abderramán III;  también debió de existir la torre de la Vela Blanca citada por el geógrafo al-Edrisí en el siglo XII. Los abandonos y las destrucciones harían estos edificios más efímeros de lo que muchos pobladores de la zona hubieran deseado.


                                 Alcazaba  de  Almería


                 La atracción de los abrigos del Cabo de Gata se ha complementado con una vocación minera que ha dejado testimonio del Bronce I en El Barranquete y de época romana en Rodalquilar;  con un gran vacío medieval,  la noticia de su explotación en la antigüedad fue leyenda entre los autores islámicos y probablemente dio nombre a la sierra de las ágatas en tiempos cristianos.

 La población se fue asentando en zonas mucho más próximas al litoral,  y de época romana o tal vez púnica, es la explotación de la salina. Junto a la rambla de las Amoladeras y a Torre García se encuentran los restos excavados de una factoría de garum a escasa distancia de la población de Cabo de Gata. Los registros documentales más remotos se remontan a la época griega antigua, señalando  la existencia de las instalaciones religiosas del “Iugum Veneris”, situado en el “Charidemou Akra” o cabo de Gata.  


La reconocida en la edad moderna como  costa de los piratas debió dotarse, igual que el resto del litoral peninsular de un complejo sistema defensivo que arranca de las disposiciones adoptadas por los Reyes Católicos tras la conquista del reino de Granada, aunque los objetivos últimos tardaron muy lejos de ser alcanzados y las situaciones de unos súbditos que resultaban a menudo esclavizados serían trasladados a la corona durante el siglo XVI. 




                                         Torre de Cala Higuera

 Al reinado de Felipe II corresponde, de poniente a levante, la construcción de la Torre García que nos ha llegado, del primitivo Torrejón del Cabo de Gata, la torre de la Testa del cabo y la de la Vela Blanca. Tras un siglo XVII donde faltan recursos para nuevas fortificaciones o reconstrucción de las destruidas por los seísmos, el informe de un ingeniero en 1730 señala que “Dicho Cabo es peligroso de los moros, los que incógnitos se ocultan en sus calas i Puntas i hacen cada día Presas de Cristianos. Tiene Cabo de gata de Costa de mar Despoblada Quinse leguas con las mejores Tierras del Mundo”. Se habla de pastores que eran raptados junto con sus reses.


 En el siglo XVIII,  tras la toma de Orán, se planteó resolver de una vez la defensa del litoral del Cabo de Gata, primero con la construcción de fortalezas artilleras, después con torres mucho menores y ya durante el reinado de Carlos III con atalayas de señales que actuaran de nexo de comunicación entre las distintas fortificaciones. Tras su reconstrucción el Torrejón pasó a llamarse de San Miguel por la sacralización de la mayor parte de las denominaciones  de los ingenios militares costeros.




               Siendo la práctica de la pesca común en tiempos romanos es probable que dicha actividad se haya mantenido durante cualquier época histórica siempre que lo permitiera la piratería norteafricana. Bajo la protección del Torrejón debió instaurarse o restaurarse la pesca de la almadraba, por lo que en el siglo XIX la población surgida en las inmediaciones de la torre de San Miguel, de procedencia cartagenera, fue conocida como Almadraba del Cabo de Gata y es el origen de los habitantes actuales.

               Con la destrucción del dispositivo defensivo en la guerra de la Independencia  y debido a los cambios en las estrategias de la guerra fue entregado a mediados del siglo XIX al cuerpo de carabineros para servir de apoyo a su labor policial. Sobre los restos del fuerte de San Francisco de Paula en el morrón del Corralete, se erigió el actual Faro, al pie del cual emerge el bello edificio minuciosamente labrado del arrecife de las Sirenas;  el de Los Escullos, más al norte, es uno de los castillos mejor conservados de todo el Parque Natural y sede de actuaciones artísticas.



                                                   Faro  del Cabo de  Gata

              La antigua costa de los piratas no ha dejado de ser en la edad contemporánea territorio fronterizo sujeto a los vaivenes del contrabando, relatado en alguna novela de Carmen de Burgos y de Miguel Naveros, y de la inmigración mediterránea.
             A finales de 1987 se declaró el Parque Natural Marítimo-Terrestre de Cabo de Gata-Níjar. Y con las numerosas y valiosas  publicaciones sobre este enclave, las instalaciones educativas dispuestas para su conocimiento como el Jardín Botánico y la Casa de los Volcanes en Rodalquilar, los centros de Interpretación y paneles explicativos dispersos , y la observación directa de piedra y planta, pergueñé la descripción de este paraje singular que ha dejado espacio, con todo, a una tupida red de cultivos bajo plástico,  fuente de riqueza para nativos y foráneos.

                  
 
                                         Restos del castillo de San Pedro

No hay comentarios:

Publicar un comentario