MADRID
De hecho, siempre había dicho que no me importaría volver a ser maestra, razones
económicas por medio, una vez cumplido el sueño de ir a la Universidad; y eso fue lo que hice cuando, debido a la Ley General de Educación de 1970, disminuyó la necesidad de profesores de Enseñanza Media, reducido el Bachillerato de seis a tres años, el BUP. Por entonces me había ilusionado con un individuo marxista, que era lo que más se estilaba en aquel ambiente. Vana ilusión, pero me quedé en Madrid y una servidora empieza a dar clase en un Colegio Público de Parla, concretamente 1º de EGB, en un pasillo, el año que murió Franco; la emigración a las grandes ciudades hizo reventar los colegios de la periferia.
C.E.I.P. ANTUSANA . MÓSTOLES
El curso siguiente estaba en Móstoles como profesora de Ciencias Sociales e Inglés de la segunda etapa de EGB, tutora de un grupo de 44 alumnos de 8º ; por poco no tuve a Casillas. Esta es la época en que conozco y participo en alguna reunión de unos comunistas, ya menos clandestinos, involucrados en la lucha por la creación de nuevos centros escolares y otras mejoras para los barrios y cuya pista perdí en el Madrid de Felipe González. Los socialistas insistían en que conociéramos a pedagogos llamados Vygotski o Ausubel y nos congelaron el sueldo que Adolfo Suárez había subido generosamente. Entré en Madrid –capital por el barrio de San Blas para enseñar Inglés, que, para sorpresa de todos empezando por mí misma, dejé un par de años para volver al Primer Ciclo de EGB o Ciclo Inicial como se llamaba entonces.
Y empieza a ser el momento de narrar
cómo me fui convirtiendo en una persona algo autista ( y que me perdonen los
verdaderos). Un trabajo que requería mucha dedicación, otro fracaso sentimental
a mi modo, la dificultad de conservar relaciones en una ciudad inmensa, pérdida de identidad, entrada
en un exclusivo grupo oriental para
llenar el vacío existencial que me había dejado la pérdida de la fe, la familia
ensimismada en sus propias contrariedades…Cuando llego al colegio del que me siento más satisfecha como profesional, era un poco zombi en lo personal. Fue una etapa en la que me pude dedicar plenamente a la tarea de enseñar que había llegado a la conclusión de que era lo único que sabía hacer. Aquello duró lo que duró porque no se sostiene eternamente una adicción al trabajo para evadirse de la vida que se había manifestado de la forma equivocada a mi entender, y de nuevo enredada en otros avatares; esta vez la cruel enfermedad y muerte de la madre que me vacunó contra nuevas aventuras, a no ser soñando, por mucho tiempo.
Cuando a mis 44 años me veo paseando
del brazo de mi padre por el barrio, con la columna rígida y una pierna inútil, sin
otra cosa que hacer a las 12 de la mañana, me parecía estar en un mundo
desconocido que cruzaba todos los días pero que veía primera vez. Me di cuenta
de la dinámica en que había caído al no haber hecho en mi vida otra cosa que
trabajar y renegué de la Enseñanza amargamente. Recuperé amistades que a veces
me encontraba por los sitios, por la calle o por las agendas, intenté caminos
que me sacaran del aula que había resultado tan demoledora para la salud. Mi
hermana fue, una vez más, mi gran apoyo casi siempre en la distancia y al final,
consigo con cierta ayuda de los sindicatos STES (en los que estaba una amiga
liberada), una comisión de servicios en Almería a donde ya me desplazaba en el
segundo crudo invierno de enfermedad en busca de rehabilitación natural.
En enero de 1994 estoy en un colegio
de Adra como profesora de Inglés. En medio de la incierta recuperación, el
recreo en un patio soleado próximo al mar Mediterráneo era una bendición del
cielo.
Ya en Almería, y peleando en una
clase de 4º de Primaria (era igual cuando se llamaba de EGB), con la cantidad de centenas que tiene una
decena de millar, oigo al compañero de la clase de enfrente desgañitarse:
¿Cuánto más es 25 naranjas que 18 naranjas?. ¿Cuánto más es 79 euros que
24 euros? Los niños de 1º o 2º, que no
se enteraban, revueltos y nerviosos, como saben ponerse a veces por uno o por otro ( nunca me ha dejado de
sorprende y admirar como los maestr@s new age consiguen tenerlos, literalmente hipnotizados , porque no se puede
llamar de otra manera el control que ejercen sobre ell@s).
A mi me sorpendía un poco que entre la muy numerosa casuística de
problemas que hay en el Primer Ciclo, aparecieran dos muy propicios a crear
confusión en un elevado porcentaje de alumnos de esa edad.
Tengo 18 canicas y mi amigo 7
¿Cuántas canicas tengo más que mi
amigo?
Tengo18 canicas y mi amigo 7 más. ¿Cuántas tiene mi amigo?
Una, que es curiosa, ha hojeado libros
escolares antiguos (año 50) y, aparte de explayarse a gusto con centenas de
millar y similares, tienen numerosos planteamientos como los arriba enunciados.
Puesto que tengo buena memoria de mi etapa escolar y afortunadamente no pasé
por ese tipo de ejercicios a destiempo, echo una mirada a la Enciclopedia
Álvarez de 2º (en la de 1º ni vienen) y compruebo que en lugar de repetir el término más para un problema de restar y otro de sumar,
utilizan para el primero la expresión le saca: Pedrito tiene 9 años y su papá 37¿Cuántos años le saca su papá?otra alternativa que se me ocurre es ¿Cuántos le faltan para tener tantos como su papá?, con lo que se identificaría un problema de restar con los términos que le acompañan:
menos, falta, sobra, resta, queda, devuelven, etc.
Los términos que Dña. Elvira utilizaba en Primer Grado en todo problema
de restar, y que no nos dejaba lugar a dudas.
Así empecé a explicarme por qué había tantos chic@s que llegaban
ya desconectados y derrotados a la 2ª Etapa, Ciclo Superior o Primer
ciclo de la ESO, que todo es lo mismo.
En mi escuela esto tampoco entraba











