III
MAESTRA
Tres de aquellas niñas; una, monja en Barcelona, las otras dos maestras en Viaje de Estudios, 1967
Mª Angeles se convirtió en profesora de Universidad
MAESTRA
Tres de aquellas niñas; una, monja en Barcelona, las otras dos maestras en Viaje de Estudios, 1967
Mª Angeles se convirtió en profesora de Universidad
Así pues, me
hago maestra y mi primera plaza como tal
es en un pueblecito cercano a Vana a unos dos kilómetros de paseo por carretera; venía a ser la distancia a partir de la que
pululaban las escuelas unitarias o mixtas que desde la República o antes, y en
la dictadura, se desperdigaban por el Principado. Siendo alcalde mi bisabuelo
materno hacia el 34, más o menos, se
habían construido dos.
Al mismo
tiempo, me puse a preparar el primer curso de Filosofía y Letras que entonces
era común a todas las especialidades. Filosofía, Lingüística, Historia
Universal, Historia del Arte, Latín y Árabe. Dejé Latín para setiembre. Gustavo
Bueno, que hasta poco antes de mi promoción había sido un “hueso”, empezó a dar
casi aprobado general y, con asistir a una clase el día de San José de
Calasanz, el 27 de noviembre, patrono del Maestro, me las arreglé para salir
del paso en el examen por libre; creo que también le lloré un poco con lo de
que no podía asistir como oficial. No había aún clases nocturnas ni nada
parecido. Ibas oficial o libre, jugándotelo todo a una carta.
Los domingos
iba a clase particular de Árabe a Vetusta. Podíamos elegir entre Griego o Árabe, pero había sido de Ciencias,
por lo que llegué a tener un notable conocimiento de esta lengua revalorizada
por Asín Palacios, que al poco olvidé. Esto me costó dejar de ir a bailes, romerías
o saraos, que era la forma más normal de
echar novio.
En aquel Viaje de Estudios dimos la vuelta a casi toda España. Sevilla
Infinidad de sistemas para aprender a
leer no me han impedido desarrollar el mío propio, de tipo onomatopéyico. La
mayoría de los niños ya tiene lo que se llama madurez lectora hacia los 6 años
y leen por cualquier método. El desafío es cuando a esa edad no la han
adquirido y hay que ingeniárselas para que rompan a leer.
La verdad es
que yo lo que tenía era un vacío que rellenar en la cabeza, un deseo de saber
que fue lo mismo que impulsó a una compañera leonesa, futura psicóloga, a dejar
a su novio. El mío, virtual, se quedaría perplejo al no verme nunca más; fue
pura coincidencia que empezara las clases el domingo siguiente, pero para mí
tuve que quizá no estaba a la altura de las expectativas de mis padres. Por
entonces aún no eran de cultura general los temas de habilidades sociales, inteligencia emocional o aprender a pensar.
Parece que los
niños estaban bastante contentos
conmigo; dos o tres alumnas consiguieron pasar el examen que les permitía
acceder con beca a los Institutos de Enseñanza Media que empezaban a estar a no
más de 15 kilómetros de cualquier pueblo: año 69.
Era una
escuela unitaria, esto es, todas las edades en la misma aula. Un maestro para
niños y una maestra para niñas.
Uno enseña
básicamente tomando lo mejor de cómo le han enseñado. Pero de entonces me quedó
la impresión de que desconocía el mecanismo del aprendizaje de la lectura pues
no conseguí que dos o tres niñ@s prosperaran en este aspecto usando la cartilla
que era el único método del que tenía noticia.
Ya entonces
los padres, aunque siempre decimos lo contrario, intervenían de alguna manera
en la escuela, pues a través de mi madre me hicieron llegar que no les gustaba
que dejara sin recreo a algún alumn@ para que terminara la tarea, supongo. El
juego es sagrado para ellos y cada actividad tiene su hora.
Por
cuestiones de escalofón, al año siguiente cambié de destino y, aunque padres y
madres hablaron de recoger firmas
para pedir que me quedara hubiera sido
inútil.
El que se
suponía que sería el mío por unos cuantos años, me dejaba volver a casa los
fines de semana, lo que era una suerte en relación con la de la mayoría de mis
colegas femeninas, dispersas por las hostiles montañas del este y, sobre todo, del oeste de aquella región. Resultó ser una de las llamadas escuelas
mixtas en las que al no tener suficiente alumnado había una profesora para tod@s.
Solían estar en los pueblos más remotos.
Así sabrán por qué mi hermana, en cuanto supo que iba a estudiar Magisterio me
tomaba el pelo: ¡Hala, que no te casarás! No iba a ser por eso, o sí, porque en cuanto terminé segundo de Filosofía,
en lugar de enfilar la pista embarrada,
que desde la carretera me llevaba a Obana durante más de una hora, emprendí el camino que se dirigía a Madrid.
De dónde me
vino esa ocurrencia, sería prolijo de
explicar pero la compartía con una
compañera maestra, recién llegada de Montevideo, la uruguaya, que luego no pudo venir.
Mi familia
me ayudó en la gestión de la marcha, pensando
en complacerme y en que le serviría de
ayuda a mi hermano que acababa de instalarse allí tras dejar Barcelona donde se había
casado con una chica madrileña. Al final estábamos realizando el sueño que no
pudo hacer papá para quien Madrid era una ciudad mítica, aunque él no lo
entendió así, ya que José M. había abandonado en Barcelona un buen puesto de
trabajo . A mi hermano no le convencía el catalanismo por más que siempre tuvo
a los catalanes un gran aprecio y respeto.
En aquel Viaje de Estudios dimos la vuelta a casi toda España. Sevilla
Infinidad de sistemas para aprender a
leer no me han impedido desarrollar el mío propio, de tipo onomatopéyico. La
mayoría de los niños ya tiene lo que se llama madurez lectora hacia los 6 años
y leen por cualquier método. El desafío es cuando a esa edad no la han
adquirido y hay que ingeniárselas para que rompan a leer.
Mi primer consejo es que
el niño no se sienta presionado, la ansiedad no es buena ni en él ni en los
padres. Así pues, se puede empezar por darle unas acuarelas y que entinte
alguna que otra hoja que serán muy celebradas, luego pasamos al dibujo de un
señor al que le duele mucho el estómago y dice ¡ai!, un gol entrando por la portería es ¡oé!, si te pinchas y te
duele un poquito es ¡ui!, el fantasma es uuuh! Y una señora que se asusta es oooh!, una mamá que duerme al niño es ea, ea! y un tambor po(m),
po(m)!
Hay toda una teoría científica sobre el proceso natural de
aprendizaje de la lecto-escritura. Se pasa por trazos ininteligibles que, sin
embargo tienen sentido para el que los hace que cuenta lo que ha escrito. Luego
viene la fase vocálica de forma que la reja con pinchos es a ea o io y la botella en la mesa, a oea e a ea. He visto trabajos de niños de
Infantil de las dos primeras fases. Seguiría
la etapa silábica, más conocida.
Si observamos que un niño/a al que se le pide
que lea una sílaba con alguna de las primeras consonantes y solo lee la vocal,
tenemos la pista para saber que su proceso de maduración lectora está en la
fase vocálica y, en mi experiencia, forzarle a que lea pa donde solo entiende a
no solo es inútil sino contraproducente.
Así que le distraemos con plastilina, aguja para coser hilvanes de dibujos sencillos o líneas
en cañamazo o tela, canciones , pintura etc. entremezclados con dibujos: la, la,la (la
señorita que canta), piiii (el tren), pis-pas (la vuelta de algo en la sartén),
tic tac (el cocodrilo) , lulu (el
perro), s s s… (la serpiente), tan tan
(tambor de hojalata),etc.
Siluetas que también colorea y copia el sonido escrito
y así una y otra vez, con sesiones intercaladas de pintura u otras
psicomotricidades informales que nos impida caer en la machaconería. El fin es
que reciban este tipo de lectura con entusiamo, y al estar el dibujo se acuerda con más
facilidad del fonema. Se trata de celebrar éxitos, aunque sean aparentemente mínimos.
Aconsejable en pequeñas dosis, las primeras páginas de Ven a Leer 1 y posteriormente, o para niñ@s
que no avanzan bien, el método de S.M. que contiene frases que hay que asociar con su representación.
Completar la palabra escrita con su imagen marca una
diferencia y da para cantidad de actividades. En estas edades se atreven
a dibujar cualquier cosa: palo, mesa, lápi(Z), pelo, lola…bebé , sol… Copian la
palabra en otro papel y tienen un juego educativo al buscar unir el dibujo y su palabra.


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