martes, 20 de diciembre de 2016

EDUCACION SENTIMENTAL



II


Fui descubriendo en lo que alcanzaba a vislumbrar que la vida de las mujeres discurría entre los trajines del hogar, las maternidades, las relaciones familiares, el acatamiento o el escaqueo de la autoridad del varón y, a veces, el trabajo fuera de la casa que contribuía a redondear los ingresos de la unidad de producción que podía ser la familia.

En los cuentos y en las películas salía otra versión que nunca creí que tuviera nada que ver con la realidad . Algunas parejas que paseaban calle arriba, calle abajo, los días de fiesta con aire de no tener nada que hacer más que estar guapos, era lo más envidiable puestos a ser sentimentales.

Como consecuencia de unas obras que se emprendieron en la carretera nacional  a Santander y que tenían el cuartel general enfrente de mi casa, empezó a entrar en la tienda una especie de chico de los recados de cara cetrina y plana y con un ojo a la virulé. Resoluto y expeditivo, un color se me iba y otro se me venía cuando, cada nada, aparecía a por un sobre, un block o un papel de calco. No tuve la menor impresión de ser correspondida y el percance terminó con alivio al comenzar el nuevo curso. Fue un amor sufridor y culpable, pues para entonces había empezado a desarrollar una especie de mala conciencia desde el mismo día  en que mi abuela me sacó a empellones de la habitación de un mocetón que les ayudaba con las faenas del campo y a la que había llegado mientras departíamos amigablemente, allá por mis 7 u 8 años.


La de mis abuelos y tíos era mi segunda casa y era un ir y venir. Un poco cuesta arriba para llegar, era una de las caserías del disperso poblamiento rural  y por allí también llegaron los efectos de las obras a través de un antiguo local de baile que se habilitó para dar albergue a los trabajadores venidos del Sur que con su esfuerzo directo iban dando arreglo a la bendita travesía en los muy primeros años 60. Mataban algún hambre echando alquitrán y grava y le gritaban cosas a una mozalbeta que pasaba a llevar las cantimploras que el lechero devolvería puntual a la mañana siguiente con la leche para el desayuno.

Desde el jefe de todo al último empleado, aquel personal llevaba en Vana el apelativo “de la carretera”. Fue todo un acontecimiento para aquella pequeña villa rural donde nunca pasaba nada, después de LO QUE PASÓ que entonces desconocía en parte  y tuvo más de una consecuencia romántica al producirse unos cuantos felices matrimonios con chicas casaderas del lugar.

En cuanto a mí, aquel episodio de amor a través del mostrador tuvo un eco más alegre y sin pizca de remordimiento cuando lo viví  junto a una familia del Sur que me acogió tras el fallecimiento de mi madre. Esta vez fue con una barra por el medio y el jovencillo de cara angelical que se enteró bien de la coladura, debió tomarlo como cosa más bien excéntrica habida cuenta de los 25 o 30 años que le llevaba.

Mitad destino y 50% de libertad me llevaron a una tierra seca y a un cielo seco que experimenté como un renacimiento después del primero entre campos y caminos encharcados, lluvias interminables, tejados y ventanas chorreantes, frías y húmedas sábanas nocturnas, mojadas en la madrugada, tantos años.









  Tras el primer curso de Bachillerato que iniciamos un grupo de niñas por la voluntad de Da. Mª Luisa y del que nos examinamos por libre en el Instituto de Enseñanza Media, al verano siguiente las maestras nos  facilitaron unas clases particulares para entrenarnos en las asignaturas del nuevo curso que ya habíamos de realizar por enseñanza oficial. Hasta ahí llegó su empeño.

Algo a destacar de aquellos seis años, sus dos reválidas y todo tipo de profesores fueron las Matemáticas de 3º curso para las que no utilizamos libro, teniendo un suave aterrizaje  en los entresijos del Algebra al seleccionar cuidadosamente el profesor los conceptos básicos que nos dictaba en apuntes. Hicimos ecuaciones y problemas con ecuaciones pero nos ahorramos definiciones, clasificaciones y tanto relleno que a bastantes niños enreda y confunde. Al año siguiente, cuarto, vino la Olay, epígrafe por epígrafe y no entendía nada.

En aquel Bachiller tuve oportunidad de enseñar Historia del Arte, como práctica del CAP, a un grupo de alumnas de sexto. Es uno de los mejores recuerdos. Después vinieron algunos sobresaltos.



viernes, 16 de diciembre de 2016

Experiencias

 III
MAESTRA

    Tres de aquellas niñas; una, monja en Barcelona, las otras dos maestras en Viaje de Estudios, 1967
    Mª Angeles se convirtió en profesora de Universidad 


Así pues, me hago maestra  y mi primera plaza como tal es en un pueblecito cercano a Vana a unos dos kilómetros de paseo  por carretera;  venía a ser la distancia a partir de la que pululaban las escuelas unitarias o mixtas que desde la República o antes, y en la dictadura, se desperdigaban por el Principado. Siendo alcalde mi bisabuelo materno  hacia el 34, más o menos, se habían construido dos.

Al mismo tiempo, me puse a preparar el primer curso de Filosofía y Letras que entonces era común a todas las especialidades. Filosofía, Lingüística, Historia Universal, Historia del Arte, Latín y Árabe. Dejé Latín para setiembre. Gustavo Bueno, que hasta poco antes de mi promoción había sido un “hueso”, empezó a dar casi aprobado general y, con asistir a una clase el día de San José de Calasanz, el 27 de noviembre, patrono del Maestro, me las arreglé para salir del paso en el examen por libre; creo que también le lloré un poco con lo de que no podía asistir como oficial. No había aún clases nocturnas ni nada parecido. Ibas oficial o libre, jugándotelo todo a una carta.

Los domingos iba a clase particular de Árabe a Vetusta. Podíamos elegir entre  Griego o Árabe, pero había sido de Ciencias, por lo que llegué a tener un notable conocimiento de esta lengua revalorizada por Asín Palacios, que al poco olvidé. Esto me costó dejar de ir a bailes, romerías o saraos,  que era la forma más normal de echar novio.


La verdad es que yo lo que tenía era un vacío que rellenar en la cabeza, un deseo de saber que fue lo mismo que impulsó a una compañera leonesa, futura psicóloga, a dejar a su novio. El mío, virtual, se quedaría perplejo al no verme nunca más; fue pura coincidencia que empezara las clases el domingo siguiente, pero para mí tuve que quizá no estaba a la altura de las expectativas de mis padres. Por entonces aún no eran de cultura general los temas de habilidades sociales,  inteligencia emocional o aprender a pensar.

Parece que los niños  estaban bastante contentos conmigo; dos o tres alumnas consiguieron pasar el examen que les permitía acceder con beca a los Institutos de Enseñanza Media que empezaban a estar a no más de 15 kilómetros de cualquier pueblo: año 69.

Era una escuela unitaria, esto es, todas las edades en la misma aula. Un maestro para niños y una maestra para niñas.

Uno enseña básicamente tomando lo mejor de cómo le han enseñado. Pero de entonces me quedó la impresión de que desconocía el mecanismo del aprendizaje de la lectura pues no conseguí que dos o tres niñ@s prosperaran en este aspecto usando la cartilla que era el único método del que tenía noticia.


Ya entonces los padres, aunque siempre decimos lo contrario, intervenían de alguna manera en la escuela, pues a través de mi madre me hicieron llegar que no les gustaba que dejara sin recreo a algún alumn@ para que terminara la tarea, supongo. El juego es sagrado para ellos y cada actividad tiene su hora.


Por cuestiones de escalofón, al año siguiente cambié de destino y, aunque  padres y
madres hablaron de recoger firmas para pedir que me quedara  hubiera sido inútil.

El que se suponía que sería el mío por unos cuantos años, me dejaba volver a casa los fines de semana, lo que era una suerte en relación con la de la mayoría de mis colegas femeninas, dispersas por las hostiles montañas  del este y, sobre todo, del oeste de aquella región.  Resultó ser una de las llamadas escuelas mixtas en las que al no tener suficiente alumnado había una profesora para tod@s. Solían estar en  los pueblos más remotos. 

Así sabrán por qué mi hermana, en cuanto supo que iba a estudiar Magisterio me tomaba el pelo: ¡Hala, que no te casarás! No iba a ser por eso, o sí,  porque en cuanto terminé segundo de Filosofía, en lugar de enfilar la  pista embarrada, que desde la carretera me llevaba a Obana durante más de una hora, emprendí el camino que se dirigía a Madrid.

De dónde me vino esa ocurrencia, sería prolijo de explicar pero  la compartía con una compañera maestra, recién llegada de Montevideo, la uruguaya, que luego no pudo venir.

Mi familia me ayudó en la gestión de la marcha,  pensando en  complacerme y en que le serviría de ayuda a mi hermano que acababa de instalarse  allí tras dejar Barcelona donde se había casado con una chica madrileña. Al final estábamos realizando el sueño que no pudo hacer papá para quien Madrid era una ciudad mítica, aunque él no lo entendió así, ya que José M. había abandonado en Barcelona un buen puesto de trabajo . A mi hermano no le convencía el catalanismo por más que siempre tuvo a los catalanes un gran aprecio y respeto. 


    En aquel Viaje de Estudios dimos la vuelta a casi toda España. Sevilla
Infinidad de sistemas para aprender a leer no me han impedido desarrollar el mío propio, de tipo onomatopéyico. La mayoría de los niños ya tiene lo que se llama madurez lectora hacia los 6 años y leen por cualquier método. El desafío es cuando a esa edad no la han adquirido y hay que ingeniárselas para que rompan a leer. 

Mi primer consejo es que el niño no se sienta presionado, la ansiedad no es buena ni en él ni en los padres. Así pues, se puede empezar por darle unas acuarelas y que entinte alguna que otra hoja que serán muy celebradas, luego pasamos al dibujo de un señor al que le duele mucho el estómago y dice ¡ai!, un gol entrando por la portería es ¡oé!, si te pinchas y te duele un poquito es ¡ui!, el fantasma es uuuh! Y una señora que se asusta es oooh!, una mamá que duerme al niño es ea, ea! y un tambor po(m), po(m)! 

Hay toda una teoría científica sobre el proceso natural de aprendizaje de la lecto-escritura. Se pasa por trazos ininteligibles que, sin embargo tienen sentido para el que los hace que cuenta lo que ha escrito. Luego viene la fase vocálica  de forma que la reja con pinchos es a ea o io y la botella en la mesa, a oea e a ea. He visto trabajos de niños de Infantil de las dos primeras fases. Seguiría la etapa silábica, más conocida. 

Si observamos que un niño/a al que se le pide que lea una sílaba con alguna de las primeras consonantes y solo lee la vocal, tenemos la pista para saber que su proceso de maduración lectora está en la fase vocálica y, en mi experiencia,  forzarle a que lea pa donde solo entiende a  no solo es inútil sino contraproducente. Así que le distraemos con plastilina, aguja para  coser hilvanes de dibujos sencillos o líneas en cañamazo o tela, canciones , pintura etc. entremezclados con dibujos: la, la,la (la señorita que canta), piiii (el tren), pis-pas (la vuelta de algo en la sartén), tic tac (el cocodrilo)  , lulu (el perro),  s s s… (la serpiente), tan tan (tambor de hojalata),etc.

Siluetas que también colorea y copia el sonido escrito y así una y otra vez, con sesiones intercaladas de pintura u otras psicomotricidades informales que nos impida caer en la machaconería. El fin es que reciban este tipo de lectura con entusiamo, y  al estar el dibujo se acuerda con más facilidad del fonema. Se trata de celebrar éxitos, aunque sean aparentemente mínimos.

Aconsejable en pequeñas dosis, las primeras páginas de Ven a Leer 1  y posteriormente, o para niñ@s que no avanzan bien, el método de S.M. que contiene frases  que hay que asociar con su representación.

Completar la palabra escrita con su imagen  marca una  diferencia y da para cantidad de actividades. En estas edades se atreven a dibujar cualquier cosa: palo, mesa, lápi(Z), pelo, lola…bebé , sol… Copian la palabra en otro papel y tienen un juego educativo al  buscar unir el dibujo  y su palabra.















YO FUI MAESTRA DE EGB: LOS ORIGENES

YO FUI MAESTRA DE EGB: LOS ORIGENES: En los designios del Todopoderoso encarnado en mi padre, estaba que yo había de ser maestra. Consideraba que él había conseguido el tít...